miércoles, 8 de julio de 2009

Corte, cámara, acción: el guionista a escena.

De la misma serie escrita para Sextante. Creo que este fue mi favorito.
Todos los hice en el 2007!!! se ve tan lejano ahora.
Pueden leerlo en la versión original que aun esta en línea dando click AQUI. Y vale la pena porque les quedo súper ese micrositio, gracias a todo el equipo de diseño en el departamento de Internet del Canal 22 y especialmente a Marisol Velarde.

A Ricardo Álvarez

“The writer is the
most important
person in Hollywood,
but we must never tell
the sons of bitches.”
Irving. G. Thalberg.


Mucho ha acontecido desde las primeras proyecciones de las tomas de vista de los hermanos Lumière en Paris a finales del siglo XIX. Desde entonces cada gran cambio en los paradigmas de la humanidad, ha tenido una reacción recíproca y visual en las películas del siglo por venir, desde el advenimiento del cine sonoro hasta la adopción del cine de autor, el cine de género o el actual boom por el cine independiente.

Pero antes que ser un espejo social, un foro filosófico o un escenario estético, el cine es una industria que genera miles de millones de dólares anuales; no obstante que a su alrededor se generan muchos intereses, la meta final, intrínseca e inseparable de toda película, es la de contar una historia, que es donde entra a cuadro de uno de los actores más menospreciados en la historia del cine: el guionista.

Los engranajes de la maquinaria.
Una vez que hemos planteado que el cine es una industria, la cual, como cualquier otro negocio exitoso, utiliza una serie de estándares y fórmulas para triunfar, podemos comenzar a explicar quiénes son los elementos que arman su producto final.

Al terminar una película, aunque esta sea una pequeña animación de 5 minutos, nos daremos cuenta, al ver la secuencia de créditos, que el número de personas involucradas nos resulta a veces simplemente exorbitante. Y sin obviar al asistente de transporte o al asistente del maquillista, hay al menos tres créditos que son esenciales y que aparecen, usualmente, al principio de dicha secuencia. Éstos son los de director, productor y guionista.

El productor.
“El productor es como
el director de una orquesta:
puede que no sepa tocar todos
los instrumentos, pero sabe cómo
debe sonar cada uno de ellos.”
Richard Zanuck.


Para Brian Gazer, productor de al menos 40 éxitos taquilleros, entre los que destacan Camino a la perdición (2002), Tiburón (1969) y Paseando a Miss Daisy (1989), por encima de todo un productor debe caracterizarse por tener:

“Fe, convicción y gran pasión con relación a donde tú crees que puede llevarte, tanto en lo profesional como en lo personal, una película. Si tienes determinada visión sobre un filme y crees firmemente en esa visión, tienes que ser impecable sobre eso y no dejar que nada diluya lo que crees que puede ser el punto final y definitivo de la película”1.

El productor de una película es aquel que escoge un proyecto sobre un universo de posibilidades y trabaja para conseguir todos los recursos materiales y humanos para que éste se realice. Ya sean productores independientes, o empleados de grandes corporaciones productoras, su función básica siempre será la de llevar a cabo los proyectos que se le encomienden, o aquellos que éste proponga, gracias a la puesta en acción de un agudo sentido que identifica posibles éxitos no sólo en forma de historias, sino también personificados en un director, un actor o un fotógrafo.

Es tarea del productor escoger cuáles películas se hacen, qué guionistas las escriben, qué directores las dirigen y qué actores las actúan. Un buen productor es aquel que tiene la visión de encontrar un gran proyecto; un excelente productor es aquel que, habiendo encontrado un gran proyecto, lo lleva a cabo y en el camino aporta creativamente y propone cambios positivos.

En el cine norteamericano es muy común ver las películas anunciadas como “Del productor de…”, pues sus nombres son garantía del éxito de las películas con las que se asocian.

El director.
“Cada filme tiene vida;
es su propio destino el que debe guiarlo.
La razón de que nosotros hagamos una película,
es que una película es para siempre.”
Norman Jewison.


Según Norman Jewison, el director de películas como Hechizo de Luna (1989) o El Huracán (1999), ser director se trata de algo primordial: manipular y saber hacerlo bien:

“Algunas personas a eso lo llaman comunicar o inspirar. Yo lo llamo, sencillamente, manipulación. El director esta constantemente manipulando a la gente, tanto a los actores, como a los operadores de cámara, a los técnicos de sonido, a los técnicos de iluminación, a los compositores y a los guionistas. Trata de manipular a todo el mundo con el objetivo de configurar su interpretación de la historia, su visión del filme.”2

El hecho es que el trabajo de un director de cine es ejecutar una obra que le fue dada, o que él mismo escribió, en un guión. Lo que distingue a los directores, y por lo que preferimos a uno sobre todos los demás, es su visión transladada a la pantalla a través de la aplicación de los recursos cinematográficos, de su manera personal de usarlos para hacer concreto el guión. El director es aquel que usa todos los recursos que el productor obtuvo, económicos y humanos, para concretar la obra visual.

El nivel de control que un director tiene sobre la película varía de país en país y fluctúa dependiendo de la trayectoria del mismo. En EE.UU., por ejemplo, el corte final (la copia que se distribuye) de una película, no lo hace necesariamente el director y cuando lo hace, es porque éste ha ganado el derecho a hacerlo, a través de un gran prestigio.

Por su parte en México, el director tiene un papel prioritario que ha llevado, incluso, a acalorados debates públicos que ponen en tela de juicio la importancia de los otros dos personajes principales, dada la supremacía del director.

El guionista.
Los espectadores
desconocen que alguien
se sienta y escribe una película.
Piensan que los actores
se lo inventan sobre la marcha.”
Billy Wilder.


Para Frank Pierson, exitoso productor, director y guionista de cine y televisión:

“Pertenece al oficio del escritor e se vean impulsados a buscarse a sí mismos en el interior de la historia, posibilitando, de esta l provocar que el director y los actores no se limiten simplemente a reproducir un texto, sino que forma, el acto creativo. El texto pretende ser y debe ser construido para ser interpretado.”3

Un guionista es un escritor especializado que utiliza el cine como el medio para contar sus historias. A diferencia de un novelista o un cuentista, la labor del guionista siempre será, por definición, visual. La narrativa, la introspección y los largos periodos reflexivos que leemos normalmente en una obra literaria son incompatibles al trabajo estructural y preciso que el guionista debe hacer.

Pieza cardinal en el arte colaborativo del cine, tal vez por las características mismas de su trabajo, el guionista es menospreciado en la maquinaria cinematográfica.

Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
El escritor de cine, guionista, o libretista, pasa largos periodos de tiempo a solas durante el desarrollo de la historia. Por su naturaleza pre-figurativa, es él o ella, el primer personaje de una cadena de muchos, quien edita, dirige y actúa una película. Cada diálogo, cada movimiento, cada tono y cada risa son resultado de largas horas, días, meses, o incluso años de exhaustiva atención al detalle. Pero si bien su obra será inevitablemente modificada, reinterpretada y magnificada, por productor, director y actores, de esto resultará un nuevo tratamiento de la misma.

Martín Salinas, guionista mexicano, autor de Nicotina (2003), afirma que la relación del escritor de cine con el productor, “gira alrededor de un contrato para producir un guión, no una película. Cuando se trata de vender algo que uno ha escrito por su cuenta, la relación se trata de discutir un contrato para fijar límites. Dentro de este esquema que los abarca a todos, hay productores que se involucran más que otros en el aspecto creativo. En Latinoamérica, las relaciones son mucho más personales, menos “de industria”, lo que tiene sus ventajas y desventajas.”4

Una de estas ventajas de la relación más personal, resulta más accesible para cualquier cantidad de guionistas, (los cuales, por cierto, no abundan) presentar sus obras para la consideración de un productor. Al ser la tarea del guionista una muy demandante y altamente metódica, aquellos que la practican profesionalmente son muy pocos, por lo tanto, los proyectos son igual de escasos; además la relación productor-guionista se da de una forma más sencilla y deja abierta la posibilidad para el productor de seleccionar cualquier proyecto que desee de entre todos los que le son propuestos.

La misma prelación deviene en obstáculo cuando las decisiones del productor se basan en la amistad o en la simple empatía que haya en un grupo. Alguna vez leí una cita de Patricia Arriaga sobre lo machista que era el mundo del cine, haciendo referencia específicamente a que los contratos se cerraban en “el table”. En su momento, su aseveración me pareció exagerada, pero tristemente, no lo es. Cuando un guionista logra tener las suficientes relaciones públicas para llegar a un círculo, tiene que lograr pertenecer a él. Y esto se logrará, muchas veces y por muy escandaloso que suene, a través de la típica visita “al antro”.

En experiencia de guionistas mexicanos, la falta de formalidad y protocolo en la industria nacional agrava aun más los conflictos de creación, financiamiento y producción de proyectos, lo cual termina golpeando duramente al escritor profesional y a los estudiantes, que no ven en ésta profesión un campo claro y legalmente protegido para ejercer.

Aída Bortnik, guionista argentina nominada al Óscar en 1986 por la película La Historia Oficial, filme ganador ese mismo año del Premio de la Academia como Mejor Película Extranjera, nos brinda una opinión de primera mano sobre la relación que guarda el guionista para con el director: “debería ser de mutuo entendimiento, mutuo respeto. No unidad de mirada, pero sí dirección de mirada.

Yo hice la tercera parte el guión de Crecer de Golpe (1977) con mucho entusiasmo, y de pronto paré, me di cuenta de que estaba escribiendo para Fellini, no para Renán (Sergio). Y Renán tiene otra sensibilidad, había otras cosas que le interesaban de la historia. Me di cuenta a tiempo y comencé de nuevo.

He trabajado en la compaginación de varias películas, maravillosa experiencia, junto con el director, por supuesto y con invitación y me parece que debería ser parte del trabajo del autor. Pero no siempre es así. Escribir para cine es un trabajo en el que se aprende mucho de la naturaleza humana, Pero sobre todo se aprende de la peor parte de la naturaleza humana, porque tanto los éxitos como los fracasos cambian mucho a la gente: un día te despedís del Dr. Jekyll y al otro día te encontrás con Mr. Hyde.”5

Contigo y sin ti: el guionista, el director y el productor.
“Te sorprenderías de la gran cantidad
de detalles que hay en cada pequeña pieza de un filme;
son muchos más de los que jamás podrías llegar a imaginar.”
Robert Grieve.

La pareja de guionista y director es probablemente la más delicada de todas. Casi como en una relación sentimental, director y guionista deben encontrarse mutuamente y descubrir si existe o no química entre ellos de lo que depende que exista película. Tendrán que compartir gustos y complementar la visión que cada uno tenga del filme a producirse. Para hacer esto, ambos deben desnudar sus puntos de vista, involucrarse y ser mutuamente vulnerables.

Esta interacción va más allá de la colaboración: alcanza niveles personales y de confianza que si llegan a romperse pueden resultar en separaciones definitivas y contundentes, similares a algunas muy públicas como la muy comentada ruptura entre Alejandro González Iñarritu y Guillermo Arriaga a principios del presente año.

La relación entre director y guionistas se complica al tratarse de dos personas altamente sensibles, talentosas y creativas, pues ambas buscarán tener el control de ciertos aspectos de la película, si no es que de toda ella, pero es gracias a este apretado toma y daka que disfrutamos hoy de obras maestras, producto de la estrecha colaboración y retroalimentación entre guionista y director.

Como una gran máquina llena de miles de pequeños engranes, tornillos, pernos, pistones y demás, la industria cinematográfica se sostiene a través de una red de involucrados que logran desarrollar un proyecto de principio a fin. La tarea puede empezar a través de un productor con una gran visión o con un guionista que ha pasado años escribiendo el guión de su vida, pero en la marcha, deberán colaborar con un ejército humano, cargado de tecnología y recursos económicos, para poder hacer visual todo un universo creado hasta el más mínimo detalle por la unión de cientos de talentos.

Valorando al guionista.
Es cierto que la relación que guardan entre sí el productor, director y guionista es fundamental para la consecución de un proyecto cinematográfico. Finalmente, depende de ellos y de su visión, que el producto final, la película, tenga un discurso formal congruente, no sólo en el guión, sino en su aspecto histriónico, visual, musical, fotográfico y artístico.

Pero de estos tres personajes: director, productor y guionista, es el papel de este último el que se valora menos, tal vez porque su labor, en un nivel empírico e inherente a nuestra naturaleza, es compartida por todos los humanos, es decir, todos somos capaces de contar historias, lo hacemos constantemente desde la infancia. Además podemos juzgar la verosimilitud de las que vemos en pantalla: sabemos cuándo un actor lo hace bien, cuándo nos “hace sentir” y aunque no estemos familiarizados con la estructura o con aquellos elementos arquetípicos sobre los cuales se construyen la mayor parte de las historias en el cine, podemos juzgar cuando “la película estuvo buena” o cuando, “estuvo muy jalada”, refiriéndonos a que la historia fue absolutamente inadmisible. Estos juicios se dan independientes de los valores de producción, de la impecable o terrible fotografía, de las nunca vistas o comunes tomas del director, o de la actuación sobresaliente o floja de los protagonistas. Es por eso que la tarea del guionista puede ser juzgada y destrozada, por cualquiera, porque todos creemos conocer su labor, no así cuando se trata del director, el productor o en general cualquier elemento que no porte una etiqueta suficientemente descriptiva.

En consecuencia, esta falta de entendimiento del papel que desempeña un guionista ha llevado a una inevitable falta de reconocimiento del mismo y aquí podemos conjeturar lógicamente sobre las consecuencias: si no se valora al escritor, no se valora el guión, por lo tanto se descuida la película misma y se hacen historias al vapor, mal estructuradas, que por consiguiente serán productos carentes de verosimilitud o profundidad alguna, endebles al fallo de cualquiera de los valores de producción y completamente vulnerables al fracaso. Si no se valora el argumento, los libretistas son mal pagados y tienen que recurrir a trabajar en muchos proyectos independientes, por lo que el desarrollo de guiones originales se ve limitado por la necesidad por subsistir de quien los crea.

Actualmente se vive en México un auge en la búsqueda de nuevos proyectos. Los productores, ya sean de las grandes televisoras o de las empresas privadas, terminan encontrándose con grandes obstáculos cuando se dan cuenta que sus guionistas no tienen los conocimientos necesarios para desarrollar series tipo sitcom o thrillers sicológicos para cine y televisión. Y es que la industria en México nunca necesitó que los guionistas se educaran en esas artes. Hasta hace unos años los medios se dedicaban a transmitir repeticiones de añejas comedias o a regrabar, con distinto cast, las mismas telenovelas de siempre; sin embargo, el gusto del público se hace cada vez más sofisticado y exige calidad y novedad.

El guionismo, como cualquier otra profesión, requiere una educación especializada, en constante actualización. La protección y reconocimiento de los derechos de un guionista debe ser una obligación para cualquier producción, no una opción, como lo ha sido hasta ahora. Pero dicho reconocimiento no se dará, en México, como no se dio en las industrias consolidadas, por ósmosis, o por la aceptación de productores y directores del peso de una buena historia.

En Estados Unidos tomó décadas de negociación y años de huelgas de guionistas para que sus derechos fueran reconocidos y un sindicato de escritores fuera aceptado como legalmente constituido. Los miembros fundadores del ahora Writers Guild of America enfrentaron argumentos inauditos como que “los escritores no eran “trabajadores” por lo que las leyes del trabajo no eran aplicables para ellos”;6 no obstante, su lucha y la pobreza en la que muchos cayeron a causa de las prolongadas huelgas, rindió frutos y ahora sus derechos son respetados, aunque aproximadamente cada 5 o 6 años, cuando se renegocian los contratos del WGA, haya siempre el peligro latente de una huelga de escritores, tal vez solo para recordarles a los productores, quién tiene el control.

Sin duda la industria cinematográfica en nuestro país tiene un largo camino que recorrer, pero al contar con la voluntad de grandes productoras por desarrollar proyectos originales, los ejemplos normalizados de otras industrias internacionales y la intervención de la Sociedad General de Escritores de México, es inevitable que se llegue a un punto donde la relación de mutuo respeto creativo pase también a ser una de mutuo reconocimiento legal y público, en donde seguramente dejaremos de ver a guionistas y directores compatibles, luchando públicamente para defender su aportación creativa a uno de las artes más prolíficas del siglo XX: el cine.

Fuentes:
1. Seger, Linda y Whetmore, Edward J. Cómo se hace una película, del guión a la pantalla, Barcelona, Manontroppo, Editorial Creación, 2004. p.57
2. Ibid, p. 89
3. Ibid, p. 50
4. Busquier, Christian. Escribimos cine, estudio sobre la discreta profesión de ser guionista, Buenos Aires, La Crujía Ediciones, 2004. p.161
5. Ibid, p. 151
6. Written By. The Magazine of the Writers Guild of America, West. (Octubre 2006) Our Founding Father. Ed Rampell. Obtenido el 30 de agosto de 2007 en: HYPERLINK "http://www.wga.org/writtenby/writtenbysub.aspx?id=2238" http://www.wga.org/writtenby/writtenbysub.aspx?id=2238

Mamet, David. Bambi vs. Godzilla, On the nature, purpose, and practice of the movie business. Nueva York, Pantheon Books, 2007.

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